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Portavoz de la Alianza por la Competitividad de la Industria Española
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El mundo ha entrado en una nueva fase de reconfiguración geoestratégica que se parece a un gran campeonato global. Y cada bloque económico juega su partido, defiende sus colores y busca liderar el marcador global. En este terreno, no hay árbitros imparciales: las reglas cambian sobre la marcha y quien no se adapta, queda fuera de juego.
En los últimos meses, hemos pasado de la incertidumbre a una competición abierta en múltiples frentes: políticas arancelarias que se endurecen como defensas férreas, distanciamientos comerciales que parecen expulsiones del terreno de juego, y una carrera global por atraer inversiones estratégicas que se asemeja a una final olímpica. Este entorno obliga a Europa a tomar decisiones. Y una de ellas debe ser la apuesta decidida por reforzar su autonomía estratégica.
En este contexto, la industria debe orientar el rumbo estratégico. Desde la Alianza por la Competitividad de la Industria Española defendemos que el tejido industrial debe situarse en el núcleo de la agenda europea, como única forma de asegurar la continuidad del modelo de Estado del bienestar.
Pero la autonomía estratégica no se construye con discursos, sino con músculo productivo, innovación y visión a largo plazo. Y eso solo lo puede aportar una industria sólida. Sin ella, Europa corre el riesgo de quedarse a la zaga en la clasificación global.
Recordemos: la pandemia nos enseñó que depender de terceros para suministros críticos es como jugar sin defensas. Hoy, esa vulnerabilidad se amplifica ante políticas proteccionistas y subsidios masivos en otros mercados que están redibujando las reglas del comercio internacional.
En este sentido, nuestra transformación exige más que voluntad política. Requiere una estrategia clara, recursos suficientes y un marco normativo que facilite la inversión y la competitividad. No podemos permitirnos más retrasos en la implementación del Clean Industrial Deal, tanto a escala comunitaria como nacional. Ni tampoco, que algunas iniciativas se contradigan en sí mismas con medidas que en realidad van en contra de su objetivo: la simplificación administrativa y el impulso de la competitividad en la industria.
En España impera la necesidad urgente de una política industrial de Estado, que trascienda legislaturas y partidos. Una política que garantice un entorno regulatorio estable y predecible, que atraiga inversión y reduzca la burocracia; un modelo energético competitivo, que permita a nuestras empresas operar en igualdad de condiciones frente a sus homólogas internacionales; así como un modelo de financiación permanente que permita abordar las inversiones necesarias para continuar avanzando en la transición tecnológica y ambiental.
Europa se juega mucho en este nuevo campeonato. Y España, como parte de ella, debe asumir su responsabilidad. Desde la Alianza, hacemos un llamamiento a todos los agentes, públicos y privados. Porque reforzar la industria no es solo una cuestión económica, es una cuestión de soberanía, de seguridad y de futuro.
No hay tiempo para prórrogas. La industria es nuestra jugada decisiva. Si queremos marcar el tanto de la autonomía estratégica, debemos actuar ahora. Porque en el terreno global, quien no juega para ganar, juega para perder.