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Hay un futbolista del Nàstic de Tarragona al que la llegada de Cristóbal Parralo le ha supuesto un antes y un después. Pau Martínez es un fijo para el técnico cordobés, que le ha entregado la banda derecha desde su aterrizaje en el banquillo tarraconense. La confianza del entrenador es absoluta en un jugador al que, hasta el momento, considera intocable. No tiene pinta de que su rol vaya a cambiar en las próximas semanas, ya que su rendimiento le está convenciendo y parece que el de su competencia no tanto.
Pau Martínez llegó este pasado mercado de verano procedente del Unionistas. Fue una oportunidad que el Nàstic aprovechó. El catalán quería venir a Tarragona y la dirección deportiva encontró en él un perfil perfecto para atar. El extremo había completado en Salamanca una de sus mejores temporadas como futbolista: cuatro goles y ocho asistencias en un equipo en el que fue clave con 25 años.
El Nàstic le fichó consciente de que sus bandas debían dar un salto cualitativo. Con él se ganaba talento y golpeo y un perfil de extremo diferente al habitual, aunque también podía actuar como enganche e incluso como lateral gracias a su polivalencia. Daba la sensación de que Pau aterrizaba en el Nou Estadi en el momento más oportuno: un jugador más maduro, menos intermitente y que en Tarragona podía ser diferencial.
Luis César le dio confianza en el tramo inicial de la temporada. Fue titular en las tres primeras fechas y parecía que su importancia no iba a admitir sospechas. Pero no fue así. El técnico gallego perdió la fe en el catalán y comenzó a apostar por Juanda Fuentes en aquel costado. Lo borró del mapa en las siguientes alineaciones y su titularidad no volvió a producirse hasta la primera ronda de la Copa del Rey. Aquella tarde de pesadilla en las Baleares sirvió para volver a ver a un Pau Martínez que salvó la honra en una noche de perros. El Nàstic cayó eliminado, pero el catalán fue de los que más lo intentó hasta el final.
Aquella actuación pareció convencer a Luis César, que lo volvió a alinear en el que sería su último partido como entrenador del Nàstic. Fue frente al Atlético Madrileño, en otro duelo para el olvido que terminó 0-3 y que certificó el cese del gallego. Llegaban nuevos tiempos en Can Nàstic.
Las dudas en el primer once de Cristóbal Parralo y en el esquema que iba a utilizar estaban sobre la mesa en su debut ante el Murcia. Saltó la sorpresa en el Enrique Roca porque el cordobés apostó por Pau Martínez en la banda derecha. Un movimiento inesperado, ya que se esperaba más la presencia de Jaume Jardí o Juanda Fuentes. Sin embargo, Parralo eligió al catalán… y no fue flor de un día.
Dueño de la derecha
Pau Martínez ha repetido en la victoria frente al Marbella y en el empate frente al Villarreal ‘B’. Sus actuaciones individuales no han sido brillantes y no ha podido añadir un tangible a una estadística que solo contempla una asistencia en lo que va de temporada. No obstante, su aportación al colectivo ha sido notable y elogiada por Parralo de manera pública. Fue tras el duelo ante el Marbella cuando el técnico dejó claro que está encantado con el rendimiento de su pupilo. A Pau Martínez se le puede pedir más desequilibrio y más amenaza, pero más trabajo es imposible.
El catalán se ha ganado un lugar a base de constancia, obediencia táctica y un sacrificio sin matices. En un Nàstic que busca reconstruirse sobre certezas, Pau Martínez se ha convertido en una de ellas. Y en un vestuario que necesita liderazgos silenciosos, su figura empieza a hablar por sí sola.