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Diari de Tarragona
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La crisis del sector porcino en Catalunya ha puesto de manifiesto cómo una industria altamente eficiente, orientada a la exportación y dependiente del ritmo constante de los mataderos, puede volverse vulnerable cuando un “accidente” —un auténtico cisne negro— altera los engranajes esenciales. La economía catalana, fuertemente vinculada a la producción porcina, observa ahora cómo un pequeño desajuste puede generar efectos multiplicadores a lo largo de toda la cadena de valor. Catalunya concentra una parte significativa de la producción porcina española, y esta, a su vez, depende profundamente de las exportaciones. En los últimos años, China y otros mercados asiáticos se convirtieron en destinos estratégicos. Tras la peste porcina africana en Asia, la demanda exterior se disparó, impulsando a los productores catalanes a un ritmo casi frenético. Sin embargo, lo que parecía una oportunidad sin fisuras ha demostrado ser una dependencia delicada. Cualquier reducción en la capacidad de sacrificio, problemas logísticos, restricciones sanitarias o tensiones comerciales puede dejar toneladas de carne sin salida inmediata. El resultado: caída de precios, saturación de granjas y presión financiera en toda la cadena. La producción intensiva, el transporte constante de animales, la concentración de miles de cerdos en cada zona productiva y la presión por maximizar la eficiencia generan un entorno donde cualquier alteración natural —virus, bacterias, mutaciones— puede expandirse con rapidez. No se trata de alarmismo, sino de reconocer que muchas pandemias y crisis sanitarias surgen precisamente en la frontera entre lo humano y lo natural. La intensa interacción con entornos biológicos complejos, sumada a modelos económicos que requieren un flujo ininterrumpido, amplifica los riesgos. La crisis del porcino en Catalunya nos recuerda que la fortaleza económica no solo depende del volumen de producción o del éxito exportador, sino también de la resiliencia. La capacidad de anticipar, diversificar, gestionar riesgos y adaptar el modelo productivo será clave para que el sector siga siendo un pilar económico sin quedar atrapado por sus propias exigencias.