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Redactor de Cultura
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Aitor Serrano halló el resquicio justo cuando la tarde se moría, había anochecido en Reus y el Barbastro amargó el deseo de fútbol con una propuesta alejada de la estética. Un balón a campo abierto permitió al bajito atacante rojinegro explotar su mejor virtud, la velocidad. Parece un especialista de los 100 metros lisos. La pelota llevaba música, por delante, puntual para la carrera de Aitor. Del resto se encargaron sus piernas, que le pusieron frente a frente ante el meta rival Troya. En este negocio ya dicen que lo que vale más dinero se relaciona con el gol, con el tino, con la contundencia en el área rival. Todo eso le faltó a Serrano, que había soñado con esa acción durante 90 minutos. Su definición acabó en el cuerpo de Troya, que escupió la pelota. Se mascaba el descuento y nadie había inaugurado el marcador.
El Reus se obligó a conformarse con el punto porque se olvidó la puntería, ante un enemigo replegado en la trinchera, con una única intención de que no ocurra nada, si eres capaz de generar cuatro o cinco remates claros, por lo menos uno de ellos debe perforar el arco. Los disfrutó el Reus pero se estrelló con el arquero del Barbastro o con su poca lucidez. El punto realmente tiene un toque amargo inevitable.
Al equipo le costó ajustarse en el partido, sin un punta referencia, necesitaba atacar más los espacios, con Fran y Aitor Serrano, dos delanteros mejor adaptados para correr que para asociarse. Ahí estaba el dilema, o masticar cada ofensiva o activar el registro directo. En todo caso, cuando el Reus secuestró la pelota, encontró más luz, sobre todo con Alberto Benito en el carril derecho. El lateral tiene poco de defensor, su influencia para descubrir caminos todavía resulta estructural. A través de ese perfil, con Folch y Sandro en la arquitectura del juego, los rojinegros gozaron de sus mejores minutos. Concretamente, los últimos 25 del episodio inicial.
Marc Carrasco apostó por una variante táctica para armar la salida del balón; Recasens se incorporaba como pivote más posicional y los dos interiores (Folch, y Sandro) recibían en situaciones intermedias. El Reus volcó el partido y Fran merodeó el gol en dos remates muy claros, el primer se topó con Troya y el segundo, más forzado, se marchó a la grada. Andy Alarcón lamió el éxtasis en un balón parado que no fructificó de milagro. Ya en el intermedio, el marcador sabía a poco.
Muy enredados
El Barbastro enredó todavía más el asunto y, seguramente, actuó con mayor solvencia en el desenlace, seguramente porque el partido se pareció mucho a lo que había preparado antes. El rival del Reus interrumpía constantemente la agilidad en cada posesión con faltas poco vistosas pero eficacias. Sacó de quicio a todo el mundo. El Reus perdió la lucidez y ritmo. Todo lo que construyó lo sacó de esa fe insaciable que siempre exhibe, de ese afán por no rendirse nunca sea cual sea el ecosistema en el que convive cada domingo.
Decayeron las llegadas, aunque Folch cazó una pelota en la frontal a botepronto que besó uno de los postes de Troya, cuando éste ya solo podía hacer vista. Cualquier tipo de estirada jamás hubiera alcanzado ese balón. Ni siquiera Supermán. El capitán del Reus lamentó ese proyecto de gol de la semana que no fue con las manos en la cabeza.
El Reus se rebelaba al consumo del tiempo, pero no podía olvidarse de su área. Existe una máxima que en esta categoría resulta crucial: si no puedes ganar, no pierdas. Pacheco se esforzó con una mano interesante en el único remate entre palos de los visitantes, tras una acción confusa. Lo de proponer no es materia del Barbastro.
Entonces a Aitor Serrano se le abrieron las puertas del cielo para convertirse en héroe, para salir en la foto de portada en esa carrera que le plantó ante Troya. El error en el tiro le trastocó el domingo, porque Aitor se ha ganado el derecho de los minutos con mucho trabajo y poco grito, pero en el fútbol sin gol no hay gloria. La tuvo en sus botas, pero no esta vez no la conquistó.
Recasens intenta un remate ante un defensor rival.
