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En la meseta de Guiza, donde el desierto respira a los pies de las pirámides, surge un museo que parece brotar de la arena. Su extensión, 50 hectáreas, dialoga con la Esfinge y las piedras milenarias. Tras dos décadas de ingente trabajo, el pasado 1 de noviembre se inauguraba con toda la pompa el Gran Museo Egipcio, el mayor complejo arqueológico del mundo dedicado a una única civilización.
Antonio Cabanas, apasionado del Antiguo Egipto y autor de numerosas novelas históricas ubicadas en la época de los faraones –El ladrón de tumbas, El sueño de Tutankhamon, La conjura del faraón o Las lágrimas de Isis, entre otras– recorre para el ‘Diari’ las extensas galerías, «fascinantes» a los ojos del visitante. Unas galerías que suponen el regreso del faraón niño, en todo su esplendor. «Es grandioso. Tutankhamon es la joya de la corona», dice Cabanas, quien explica que vuelve a desplegar su tesoro como hace un siglo, cuando fue descubierto por Howard Carter en el Valle de los Reyes. «Se muestran las 5.398 piezas que halló el arqueólogo en su tumba, algunas por primera vez». Ocupan un lugar privilegiado la máscara funeraria de oro macizo, el carro ceremonial, los tres sarcófagos –uno de ellos de 110 kilos de oro–, el trono real, joyas, sandalias y todo el mobiliario ritual.
«Para ello se ha creado una galería de 120 metros que es una reproducción de la tumba del faraón. Se ha hecho gracias a un escaneo tridimensional que permite obtener un modelo digital exacto, de tal manera que el visitante se ve y se oye en la tumba. Además, una cubierta elaborada con una malla de bronce simboliza el cielo estrellado de Egipto, mediante un juego de luces. Es espectacular», explica el piloto de aviación y escritor. De hecho, se cumplen exactamente cien años desde que el 28 de octubre de 1925 Carter levantara la tapa del tercero y más intenso de los ataúdes del faraón niño y dejara al descubierto por primera vez en más de tres milenios, la máscara funeraria de oro, una de las piezas más emblemáticas del Antiguo Egipto.
Cincuenta hectáreas, 100.000 piezas –25.000 nunca expuestas hasta ahora– ¿Qué es lo que no hay que perderse si se visita el templo faraónico? «Deprisita se puede ver todo», comenta Cabanas. Sin embargo, el especialista, además de ‘Tut’, concreta algunos tesoros. «El museo está integrado en el entorno de las pirámides. Solo el diseño ya te deja fascinado», resalta Cabanas, quien señala que la edificación salió a concurso hace más de dos décadas y «se le dio a una mujer, a la firma de la arquitecta irlandesa Röisin Heneghan, lo que contradice los tópicos que a veces empleamos al hablar sobre el mundo árabe».
Un recorrido de 3.000 años
De la mano de Cabanas recorremos algunas de las galerías, todo presidido por un Ramsés II de 11 metros y 80 toneladas. «Rodeado de un pequeño estanque, es quien se encarga de dar la bienvenida». En el nuevo museo, «las piezas están expuestas con el objetivo de poder extraerles lo mejor, en beneficio del visitante. Podemos decir que es un viaje cronológico a través de la historia de Egipto, a través de sus 3.000 años». En ese trayecto, son de obligada visita los dos barcos solares del faraón Keops. De más de 4.600 años de antigüedad, «eran embarcaciones para viajar a las estrellas. Miden 45 metros, son de madera de acacia, ensamblados con maroma. Se enterraron desmontados –cinco en total– con el faraón, por lo que cuando se descubrieron hubo que montarlos, en lo que se invirtieron unos doce años. Son barcos como los que navegaban por el Nilo porque para los antiguos egipcios ese era su medio de desplazamiento y el río, la autopista. Como Egipto es magia, ellos pensaban mágicamente que en ese barco podrían viajar hasta las estrellas circumpolares, donde vivían los dioses, para que el faraón se uniera a ellos una vez enterrado».
Durante años, una de las milenarias embarcaciones había estado expuesta en el Museo de la Barca Solar, «en la cara sur de la Gran Pirámide» y su traslado a su nueva ubicación ha vuelto a convertirse en toda una obra de ingeniería. La operación tardó 48 horas y en ella participó el ejército egipcio.
Otra de las imprescindibles del Gran Museo Egipcio es la «reconstrucción de la tumba de la reina Hetepheres, madre de Keops, que tiene una historia muy curiosa porque se descubrió por casualidad, como muchos otros hallazgos y resulta que su mobiliario es absolutamente maravilloso». Forman parte del ajuar, el más suntuoso conservado de la IV dinastía, el baldaquino, la cama y el reposacabezas aplacados en oro, un cofre de alabastro para contener los vasos canopos, una colección de brazaletes o una litera para transportar a la reina.
De igual manera, «una recreación de una capilla tumba de un noble del Imperio Medio, sobre el 1700 a.C. Se muestra con tecnología multimedia de última generación que transporta al público directamente al interior de una tumba de hace 4.000 años». También los «grandes reyes de la dinastía XVIII, como Tutmosis III o la reina-faraón Hatshepsut». De la reina, una estatua arrodillada sosteniendo con sus manos dos jarras-nu en posición de ofrenda. La figura procede de su templo funerario en Deir el Bahari, en la ribera occidental del Nilo.
De Tutmosis I, el faraón del Reino Nuevo que inauguró la necrópolis del Valle de los Reyes, se puede ver su sarcófago de piedra decorado con textos jeroglíficos. Se encuentra en la parte superior de la escalera que conduce a las 12 salas de exposiciones. Porque «el visitante asciende por grandes escalinatas, donde los objetos están ubicados estratégicamente, lo que permite detenerse sin aglomeraciones». Auditorio, teatro, sala de convenciones y una tienda con «reproducciones bastante fidedignas» completan la visita, además del «Museo del Niño, un espacio para que los más pequeños se inicien en el conocimiento de esta civilización».
La próxima primavera Antonio Cabanas tendrá una cita con sus fans y lectores, con una nueva novela. «No puedo desvelar nada. Solo decir que no tiene nada que ver con el museo, pero sí con algunas piezas que alberga. Amor, odio, traiciones, la vida misma. Volvemos al Antiguo Egipto».
Entrada del Gran Museo Egipcio.
