Categoría
Antetítulo
Título
Subtítulo
Autores
Redactor de Costa
Imagen Principal

Artículo
En unos meses, Rogelio Brull cumplirá 90 años. Todavía hoy, se acerca cada mañana hasta el Espigó del Moll para echar un vistazo «a la meva mar», como él dice. Justo allí, donde hoy se erige el monumento al Pescador, trepaba de niño entre las rocas para coger cangrejos, almejas «y también algún pulpo con un poco de suerte», recuerda. Sisco Orts va a hacer 73. Él es de los pocos de su generación que puede presumir de ser hijo 100% de Salou. «Es raro, pero mis bisabuelos, abuelos, padres... Todos somos de Salou y todos hemos sido pescadores. Yo nací en el número 8 de la calle Església», exhibe como carta de presentación.
Rogelio y Siscu son dos de las últimas voces de aquellas sagas de pescadores que hicieron de Salou su tierra y del mar su modo de vida. Al heredar la profesión de los padres, ellos la pudieron compaginar con otras actividades que empezaban a imponerse en el territorio: el turismo y la industria. A unos días para que arranque la 50ª Festa del Calamar, nos los encontramos en el Club Nàutic, enfrascados con otros pescadores en una conversación sobre cómo ha cambiado el mar, las embarcaciones, los utensilios de pesca o las maneras de faenar. Les pedimos que nos recuerden cómo era hace medio siglo aquel pequeño pueblo marinero que se empezaba a abrir al turismo de masas.
En los años 70, todavía quedaba una docena de familias dedicadas a la pesca. Marineros que fundaron, en 1975, el ‘Concurs de Calamaners’, un torneo de pesca que terminaba con una gran cena de homenaje donde compartían lo capturado durante la semana y rendían homenaje a los viejos pescadores. Aquel fue el nacimiento de la Festa del Calamar, que este año conmemora 50 años como la celebración más antigua que se mantiene viva en la ciudad.
«Comenzaron mi padre y otros siete u ocho pescadores, que eran los que iban a la mar a ganarse la vida. Se juntaban para comer un ranxet y, poco a poco, unos traían a otros, la gente se apuntaba y, al final, se convirtió en una gran cena a la que iba todo el pueblo», cuenta Sisco. «Era un día especial, como si fuera Navidad. La gente se arreglaba, se hacía un pequeño concurso, se ganaban botellas de vino, se cantaban habaneras... Cada año se hacía un homenaje a una persona distinta. Era muy emotivo», rememora. Hoy, agradece el impulso que le dieron a la fiesta los primeros organizadores, entre los que se encontraban Esteve Tomàs, Fernando Val, Joan del Mònaco o Arturo Mariné.
El 12 de diciembre de 1975, el Diari recogía como «un brillante éxito» aquel primer concurso de pesca del calamar y el homenaje a los pescadores de Salou. «La emotividad y la sinceridad explotaron en el ambiente, y muchas lágrimas regaron los rostros secos y endurecidos de los pescadores», rezaba la crónica de la época, que recopilaba el nombre de los primeros homenajeados: Tecla Beltran Sucs, viuda de Guinovart; Vicente Prats, alias El Canadeu; Francisco Fibla, conocido como Tío Paco; Alfonso Gombau, apodado Masmalo; y los hermanos Sisco y Rafael Gasull Ventura.
La embarcación 'Salou', 50 años de participación
En la misma publicación se recogían los ganadores del ‘I Concurs de Calamaners’. La embarcación vencedora fue ‘Salou’, que además logró el premio al calamar de más peso y al mayor número de piezas capturadas. 50 años después, aquella pequeña barca de madera continúa amarrada en el puerto de Salou y sigue siendo una de las fijas en el tradicional concurso de pesca. Su patrón hoy es Sisco Orts, ganador de dos Calamareras de oro y un imprescindible del certamen.
Rogelio Brull es otro de los históricos y, aunque ya hace tres años que no sale a navegar, no falla cada tarde de concurso para recibir a las barcas en el puerto y vivir el momento del pesaje de los calamares. Su padre, Batiste ‘Cap de Sucre’, vino de La Cala a Salou y se dedicó toda la vida al pescado azul en el puerto de Tarragona, donde él también aprendió la profesión. «En Salou teníamos una pequeña barquita a remos con la que íbamos a pescar el calamar. Él me enseñó cómo se hacía y yo me iba solo o con amigos», relata.
Al hacerse mayor, se construyó su propia barca, un pequeño bote con motor a gasolina que arrancaba estirando de una cuerda. «Rogelio el del Titanic, me llamaban», recuerda con cariño. «Ahora pescan con caña, pero yo nunca he usado, siempre he ido directamente con el sedal y el salabre. Me lo he pasado muy bien en el mar», revive.
Como él, muchos pescadores de Salou se ganaban la vida en Tarragona. «Se cogía el pescado aquí y se llevaba al Pòsit del Serrallo en bicicleta por la costa. Se vendía en el mismo suelo. Todavía veo a mi padre pasando por el único puente que había para cruzar el Francolí», rememora Sisco. Además de ser una enciclopedia de todo lo que ha pasado en el puerto las últimas siete décadas, Sisco grabó junto a otros hombres de la mar de Salou una serie de canciones marineras basadas en poemas de la tradición oral. Historias de un Salou que ya no volverá, pero que lucha por mantener vivas las raíces del pueblo pescador que fue.
Publicación del 'Diario Español' en diciembre de 1975, sobre la primera edición de la Festa del Calamar de Salou.
