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Fútbol
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El análisis del Villarreal ‘B’-Nàstic: el punto fue bueno… pero las sensaciones, no tanto
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Una primera media hora muy floja, dos balones a la madera y la falta de amenaza ofensiva evidenciaron las carencias del Nàstic, que solo en la segunda mitad mostró la versión competitiva que necesita para crecer
Autores
Juanfran Moreno
Redacción

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Moi Delgado centra en la banda del Villarreal
Moi Delgado centra en la banda del Villarreal 'B'.
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Hay cosas que esta temporada, de momento, no cambian. Da igual quién esté en el banquillo. Sucedió con Luis César y volvió a suceder con Cristóbal Parralo: el Nàstic salió otra vez de un terreno de juego con la sensación de que lo mejor, con diferencia, había sido el resultado. Hay encuentros en los que el puntaje se convierte en el único argumento sólido del equipo. Si uno repasa el juego, se desatan las dudas. 

El Nàstic sigue siendo un equipo con muchos problemas de continuidad y que desconecta con demasiada facilidad en tramos decisivos del partido. En el Mini Estadi del Villarreal lo salvaron la fortuna y Dani Rebollo de una derrota que hubiese sido merecida, porque la media hora inicial del equipo fue anticompetitiva. Para la esperanza queda una segunda mitad en la que hubo más motivos para creer que este equipo puede volver a estar en la zona noble de la tabla. Ahora mismo, siendo sinceros, está más cerca a nivel de puntos que a nivel de sensaciones. Hay mucho trabajo por delante, pero Roma no se construyó en un día.

El Nàstic sufrió durante la primera hora un partido que volvió a evidenciar sus problemas defensivos. Se juntó la poca contundencia grana con el talento de los niños del Villarreal B. Si los groguets no marcaron fue por capricho del destino y por un portero que ha convertido lo asombroso en rutina. Hasta dos palos tuvo el Villarreal B en apenas 35 minutos. En ambos fue Gaitán quien se estrelló contra la madera. En las dos jugadas superó a Sergio Santos, que recuperó la titularidad y vivió un partido de pura exigencia. El lateral volvió a dejar claro que es un futbolista que ofrece muchas más soluciones en ataque que en defensa. Eso sí, su actitud es irreprochable y, en un equipo que se asiente mucho más en campo contrario, puede ser un carrilero que rinda a gran nivel.

Dos palos y Rebollo

No solo los palos evitaron el primer gol del filial. Dani Rebollo volvió a ofrecer seguridad bajo palos. Los groguets lo amenazaron en varias ocasiones, pero la más clara fue un remate dentro del área de Viveros, un disparo violento que obligó al onubense a sacar una de esas manos que cobran sentido cuando el equipo puntúa por la mínima. No hay partido fuera de casa en el que el guardameta no esté entre los mejores. Eso indica dos cosas: su nivel es brutal, pero sus compañeros no lo están arropando con la contundencia que deberían.

En ataque tampoco hubo una primera parte para recordar. Faltó personalidad, movilidad y continuidad. El Nàstic fue un equipo al que le costó muchísimo asentarse en campo rival. Quiso progresar desde atrás, utilizando a los centrales y a Rebollo para atraer, pero el Villarreal B, trabajado y con piernas, fue a buscarle con decisión y le encontró las cosquillas. El conjunto grana no encontraba soluciones, y muchas jugadas acababan en envíos largos en los que Álex Jiménez y Marcos Baselga hacían la guerra por su cuenta. El segundo demostró capacidad para transformar esos balones en pequeños respiros, pero al Nàstic le costaba salir y sus buenas bajadas quedaban en tierra de nadie porque la posibilidad de transición no se dibujaba en ningún momento.

Los últimos diez minutos de la primera mitad cambiaron el rostro grana. No se puede decir que el Nàstic brillara en el Mini Estadi, pero sí fue un equipo mucho más competitivo. Por dos razones: a nivel defensivo empezó a ganar duelos que antes perdía y, con pelota, el equipo creció en ritmo y personalidad.

La presión del filial bajó y eso permitió a los tarraconenses tener un segundo más de pausa para hilar alguna jugada con más criterio y proyección. El Nàstic tuvo más posesiones y sumergió el partido en una calma más prolongada. Ya no se veía sometido ni aculado, y en ocasiones logró llevar el ritmo, aunque sin amenaza real.

Sin claridad en el ataque

Y esa es, sin duda, la noticia más preocupante que dejó el equipo en su visita a Villarreal. El Nàstic de Parralo completó un mal partido en los metros finales. Álex Jiménez y Marcos Baselga tuvieron que generarse ellos mismos las pocas aproximaciones al área. Ahora mismo es un equipo sin brújula, sin desequilibrio, sin esa chispa en los costados, y que echa mucho de menos aquella versión de Jardí que machacaba al rival desde la libertad y la proximidad al área. El reusense es fijo por la izquierda para Parralo, pero allí se ha convertido en una pieza que suma para el colectivo, pero que ya no brilla tanto en lo individual.

Ahora toca descansar, pensar que el punto en Villarreal es bueno y que la línea a seguir está claramente en la segunda mitad y no en la primera media hora. Hay mucho trabajo por delante, pero la sangría de goles encajados parece haber remitido. Ser más peligrosos en la fase ofensiva es el nuevo reto de un equipo que debe ser mucho más fiable, continuista y valiente para aspirar al sueño común. El tiempo es el gran aliado de Parralo y, mientras se vaya sumando, todo se percibe desde una inquietud menos crispada.