Categoría
Tarragona
Antetítulo
Medioambiente
Título
Parte del patrimonio romano de Tarragona, en riesgo de ser borrado por una nueva amenaza climática
Subtítulo
Un estudio internacional y varios análisis técnicos detallan cómo la progresiva subida del nivel del mar pone en peligro canteras, espacios arqueológicos y zonas costeras, donde especialistas reclaman medidas de adaptación y una documentación más exhaustiva para anticipar futuros daños
Autores
Joel Medina
Redactor de Tarragona y Esports

Imagen Principal
El Amfiteatre de Tarragona
El Amfiteatre de Tarragona
Artículo

"Aunque no se dispone de datos específicos a corto plazo, las observaciones actuales indican que la erosión costera ya está afectando a estructuras históricas, como los búnkeres de Camposoto (Cádiz), el conjunto arqueológico de Tarraco o el yacimiento romano de la isla de Ons (Pontevedra)". Así de meridiano lo expone el informe Evaluación de riesgos e impactos derivados del cambio climático en España, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. La subida del nivel del mar amenaza y ya tiene efectos sobre Tarraco.

Este documento no es el único que lo advierte. Una investigación publicada en la revista científica Nature Communications ya ponía sobre la mesa en 2018 que "de los 49 sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO, 37 ya están en riesgo por una inundación centenaria [en los próximos cien años] y 42 por erosión costera". 

Ese último punto es donde el patrimonio arqueológico está más expuesto a la vulnerabilidad. Una casuística que presentaría un peligro mayor en apenas 75 años: "Hasta el año 2100, el riesgo de inundación podría aumentar un 50% y el de erosión un 13%", de media, según esta investigación, que afirma que algunos puntos podrían presentar incrementos superiores.

Enfocando el análisis, Tarragona no presenta riesgo de inundación en 2100 incluso bajo el escenario de mayor incremento del nivel del mar. No obstante, la situación es mucho más grave respecto a la erosión marina: se encuentra en un nivel de riesgo 4 sobre 5 en el escenario actual, sin considerar la segura subida futura del mar.

La línea base de los investigadores es el año 2000, cuando la distancia media de los yacimientos respecto al mar era de 1,1 kilómetros. Los cálculos más conservadores la sitúan a final de siglo en 762 metros; los menos conservadores, en poco más de 100 metros. Según estos últimos, Tarraco alcanzaría el nivel máximo de riesgo por erosión de cara a 2100.

En este escenario, los lugares más afectados de todo el Mediterráneo serían la antigua ciudad fenicia de Tiro (Líbano), Samos (Grecia) y precisamente Tarraco, que ocupa el tercer puesto en esta escala de potencial degradación: "Bajo ese escenario de final de siglo, el riesgo de erosión sigue siendo más alto en Tiro, seguido por el Conjunto Arqueológico de Tarraco (875), el Pitagoreo y Hereo de Samos (595) y el yacimiento arqueológico de Éfeso (1018), todos los cuales tienen un índice muy alto de nueve y más", expone el estudio.

La visión desde el territorio

Anna Gutiérrez, investigadora del Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC), subraya que un elemento en riesgo son muchas de las canteras romanas. Afirma que, aunque no tan monumentales como la del Mèdol, "son igual de significativas porque representan claramente el grado de aprovechamiento de los recursos naturales necesario para crear una ciudad de la envergadura y del estatus que tenía Tarraco".

Recuerda que el hecho de que la ciudad fuese capital de una de las provincias más grandes del Imperio Romano de Occidente comportaba una actividad constructiva "mucho más intensa", que requería "mucha piedra".

Ese uso intensivo explica la existencia de numerosas canteras pequeñas distribuidas por la costa tarraconense y cuya piedra se transportaba por vía fluvial. Hoy, están amenazadas por la subida del mar: "Muchas están tocando la costa", explica Gutiérrez, que añade que "en cuanto empiece a subir el nivel del mar, muchos de estos lugares se perderán; quedarán completamente sumergidos".

Uno de los casos más claros es la cantera de la Punta de la Creueta, situada en el extremo norte de la playa Llarga y que se cree que aportó la piedra de, entre otros monumentos, la Torre dels Escipions: "La mitad todavía se puede ver a pie de agua", señala, pero "hay recortes ortogonales totalmente antrópicos [modificados por la actividad humana] que ya están bajo el agua". Es una prueba directa de que "en época romana el nivel del mar estaba más bajo que ahora". Lo que ya se observa –advierte– se intensificará durante este siglo.

El efecto, no obstante, se hará evidente a años vista: "El último informe del Intergovernmental Panel on Climate Change indica que el peor de los escenarios es la subida de un metro del nivel del mar en 2100", explica el director del Laboratori d’Enginyeria Marítima de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), Manel Grifoll.

¿Cómo se valoran los riesgos?

El informe tiene en cuenta variables como la distancia a la costa, la composición geológica del terreno –si es muy arenoso o no–, el oleaje o el aporte de sedimentos. Y muchos lugares patrimoniales se sitúan precisamente en la franja litoral porque, como destaca el estudio, "la actividad humana se ha concentrado tradicionalmente en estas zonas".

Gutiérrez lo confirma para el caso tarraconense: "Tarragona no es solo la ciudad dentro de murallas; todo su territorio inmediato también sufrió una ocupación muy intensa". Es un proceso similar al de cualquier gran área metropolitana actual. Y eso significa que necrópolis, infraestructuras portuarias, villas romanas y espacios productivos situados en zonas bajas "se verán afectados" a medida que suba el nivel del mar.

Incluso se podrían resentir monumentos tan reconocidos como el Amfiteatre: "Está muy cerca de la playa, y en cuanto suba el nivel del agua afectará a la parte inferior o incluso a los cimientos", explican desde el ICAC. También menciona la posibilidad de que suba la capa freática –la capa de agua subterránea más cercana a la superficie–, lo que podría afectar.

Grifoll añade que "el ancho de las playas se reducirá" y que "el Francolí tiene menos caudal y habrá menos transferencia de sedimentos", motivos por los que "el ambiente en el entorno del Amfiteatre puede ser más salino, húmedo... pero no se prevé una erosión directa".

Las posibles soluciones

El estudio científico remarca que "los métodos de adaptación y los estándares de protección varían enormemente entre los países mediterráneos", lo que deja a muchos enclaves con una seguridad limitada frente a peligros costeros.

¿Las soluciones? Hay diversas opciones: "No es un tema universal, hay que estudiarlo", insiste Grifoll, que apunta a "basarse en la naturaleza": "Por ejemplo, dunas vegetadas, lagunas que hagan de amortiguación natural frente a la energía del oleaje...", añade. La ingeniería de costas no será suficiente y se apuesta por estabilizar la arena con vegetación o sacos de fibra natural como sedimento.

Gutiérrez coincide en la urgencia de actuar: "Tenemos que ser conscientes de que ya no es 'ay, quizá pasará'. No: pasará seguro". Por eso considera esencial "intentar documentar lo máximo posible antes de que ocurra", especialmente porque muchas zonas "no están tan bien estudiadas como nos gustaría". La investigadora recuerda que nuevas técnicas analíticas han obligado a replantear interpretaciones previas: "Muchas cosas se han de revisar, y si las canteras quedan bajo el agua será mucho más complicado".

También alerta sobre la zona de embarque del Mèdol, donde se detectaron encajes en la roca que probablemente sostenían estructuras de madera usadas para cargar los bloques en barcos: "Ahora está justo bajo el agua, a pocos centímetros, y documentarlo es mucho más difícil", señala. "En época romana esto probablemente estaba por encima del nivel del mar", añade.

Capacidad de mejorar

El Ministerio subraya que, aunque se están incorporando acciones orientadas a reducir el riesgo, "existe todavía un amplio margen de mejora, especialmente en cuanto a la incorporación del ámbito del patrimonio cultural en los planes de adaptación". 

Esto incluye desde infraestructura verde y gris hasta proyectos complejos como el MOSE de Venecia, un sistema de barreras móviles para aislar a la ciudad del mar Adriático en caso de mareas superiores a 110 centímetros.

Para Gutiérrez, el reto principal es el tiempo: "El problema es la velocidad con la que afectará al acceso directo a estos restos arqueológicos". Y concluye: "Tenemos que intentar solucionarlo antes de que pase".