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Exdirector del Diari de Tarragona
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Seguramente León XIV, en su visita a Turquía, habrá recordado al Papa que mejor conoció este país: Juan XXIII. Residió en él como nuncio durante casi diez años (1935-1944). Desde su fundación como república por Attaturk, estaba prohibida toda manifestación pública de religiosidad, así que Ángelo Roncalli vestía de civil por la calle.
Eran años de la II Guerra Mundial y del nazismo. El nuncio salvó a muchos judíos amenazados. Su mayor problema era el idioma. La misa se celebraba entonces en latín, y en sus homilías utilizaba a veces el francés y otras el italiano confiando en que alguien captara algo. Se esforzó por leer el Evangelio en turco, pero a su falta de fluidez se añadió otro problema: en la Curia romana vieron con malos ojos esta libertad lingüística, que no quedó bendecida hasta los tiempos del Concilio Vaticano II.