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No es la primera vez que escribo sobre este tema. Aporté algunas ideas sobre hablar en público en estas páginas hace algún tiempo. Pero quiero insistir en algunas cosas porque percibo que, especialmente la gente joven, está perdiendo el tren de algo tan esencial como es expresarse en público.
Me explico: dando clases a jóvenes de veinte y pocos años, veo que la mayoría utiliza el teléfono móvil para seguir el hilo de lo que tienen que decir durente una presentación. Pero es que bastantes de ellos lo leen literalmente, sin apenas pensar en lo que están diciendo ni importarles lo más mínimo la imagen que están proyectando. Son meros apuntadores de notas.
Primera constatación: parece que mucha gente joven no puede vivir sin pantallas. Cuando se alejan de ellas les da el telele. Se sienten desamparados, desprotegidos y no saben desenvolverse con normalidad cuando pierden este precioso aliado. Segunda constatación: piensan que hablar en público es simplemente informar de algo y poca cosa más. Craso error: hablar bien en público es una de las habilidades más importantes de todo profesional.
Si lo hacemos bien proyectamos una imagen de eficacia, empatía y claridad de ideas. Hacerlo mal implica todo lo contrario: desorden mental, menosprecio a la audiencia y dejadez.
Quiero dirigirme a las escuelas que forman gente joven: hablar en público es más importante que muchos de los conocimientos que se adquieren que, a veces, sirven más bien de poco. Si se me permite la exageración, prefiero alguien que diga que el Everest es navegable pero que luego sea capaz de comunicar una idea con pasión, complicidad y claridad.
Hablar en público es un arte. Para gente joven pero también para los que ya no lo somos tanto. ¿Cuáles son las características esenciales de un buen orador? En primer lugar, conocer bien a su público. Preguntar e interesarse por el perfil de la audiencia para poder afinar mejor el mensaje. También es clave comunicar con pasión, identificarse con lo que uno explica. Hay oradores muy expertos pero que no convencen a nadie porque no sienten realmente lo que dicen.
El contacto visual es especialmente importante. Sin mirar a los ojos de la gente no se construyen complicidades. También es esencial proyectar la voz de forma que todo el mundo nos pueda oir y comprender. Y, evidentemente, evitar estar quietos demasiado tiempo. Es bueno moverse por el escenario, sea aula, auditorio o sala de reuniones. Hay que evitar una gesticulación excesiva pero es bueno mover un poco las manos y, en general, el
cuerpo. Un buen presentador debe, de alguna manera, seducir. Ser auténtico. Por tanto, predicar con el ejemplo y lograr caer bien a la audiencia. Para ello es importante recibir feedback constante y mejorar. Hoy en día podemos pedirle a nuestra herramienta preferida de IA que analice un vídeo con una presentación de unos minutos. Manos a la obra.