Categoría
Ítaca
Título
Derecho a la pereza
Autores
Natàlia Rodríguez
Directora

Artículo

Muy por encima del gusto por hacer cosas, se sitúa el placer de no hacer nada. Cuando somos incapaces de la pereza, perdemos la facultad crítica de decir no y nos entregamos al gobierno productivista de nuestras vidas. No hay esclavitud más íntima que la de perder el vocabulario de la libertad. Ante todo, entiendo que la pereza es un deseo de desobediencia, una gramática de la renuncia, una pasión del cuerpo que se niega a seguir las órdenes de ese empresario de nosotros mismos en que nos hemos convertido. Cuando la norma es moverse sin descanso y trabajar a todas horas, la rebeldía consiste en parar; si se nos quiere excitados, eufóricos, soñadores e ilusionados, la resistencia consiste en la placidez y la lentitud; si no dejamos de superarnos y competir a todas horas, y no tenemos amigos, sino contactos, la resistencia, que es otro nombre del amor de la pereza, no es la incompetencia, sino la gloria de quedar segundo y que no nos importe demasiado. Bastante tiene una con lo que tiene, y sí este pensamiento es muy básico, pero nada me gusta más que ser una básica, no hacer otra cosa más que amar, y reconocer que amar consiste en no hacer nada, porque desocuparme para amar me parece ya bastante. Me parece que la pereza es un deseo poscapitalista. Un deseo que no le exige ni más ni mejor a la vida, sino que le dice «juguemos de nuevo», como una niña en su recreo.