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Del brillo al sufrimiento. Del sosiego al miedo. De la paz a la guerra. El Nàstic conquistó una victoria de mucho valor en su visita al Sevilla Atlético. Un triunfo cimentado en una gran primera mitad que casi queda en nada por otro error defensivo, esta vez de Morgado, de consecuencias casi terroríficas. Ya se sabe que no hay victoria fácil, pero pegándose tiros en los pies siempre lo será mucho menos.
Cristóbal Parralo decidió retornar a Jaume Jardí a su lugar más punzante. Le situó en la mediapunta y entregó la banda izquierda a Juanda Fuentes, la gran novedad en el once. Independientemente de los nombres, la idea estaba clara: salir a morder y no a verlas venir. Ese Nàstic que comparece con complejos en feudos rivales no debe volver a existir. Hay un plan y en él no se negocian la ambición ni la intensidad.
El partido arrancó con el Nàstic mordiendo al Sevilla Atlético en la salida de la pelota. Le dejó claro desde el minuto uno que lo de triangular, para otro día. Óscar Sanz andaba inmerso en pleno ejercicio de ahogo al rival cuando dijo basta. No habían pasado ni diez minutos, pero algo no iba bien. Lo mejor era no forzar, y por eso pidió el cambio. Primer contratiempo para un Nàstic al que no le dio tiempo a lamentarse.
Pau Martínez adelantaba al Nàstic
Marc Montalvo decidió ejecutar el plan marcado cuando se había cumplido el primer cuarto de hora. El de Riudoms tiró una de esas presiones en las que hay táctica, pero también mucha fe. La suerte jugó de su lado porque el despeje hispalense rebotó en él y dejó la bola muerta en el costado derecho. Cuando la jugada invitaba a pisar el acelerador, el mediocentro decidió no mirar el reloj y le dio un segundo más a la acción. Camus llegó al apoyo y sacó un centro de primeras que cayó desde el cielo al segundo palo. Allí Baselga volvió a reinar en el área para conectar un remate que se convirtió en asistencia. Su cabezazo no fue a portería, sino que salió dirigido al segundo palo, donde apareció Pau Martínez. Otra vez tiró de oportunismo para estar en el sitio y en el momento adecuados. La pelota fue un regalo y él la cazó con un cabezazo que hizo fácil y que acabó en gol. El Nàstic se ponía por delante en una jugada en la que hubo credo y felicidad.
El gol generó determinación en un Nàstic que se veía por delante en el marcador y con un rumbo claro. Sabía que el partido estaba en los nervios del filial hispalense. Tienen talento, pero les falta continuidad. El conjunto grana amenazó con el segundo en dos contras en cinco minutos. En la primera fue Pau Martínez, y en la segunda fue Juanda quien probó la firmeza de Flores. El portero del Sevilla Atlético respondió a ambos disparos al primer palo con seguridad.
El conjunto grana andaba crecido. Amenazaba al Sevilla con sus emboscadas en campo contrario, pero también con esas contras en las que pillaba a los hispalenses totalmente desarbolados. El segundo gol llegó en el minuto 40 y volvió a nacer en un robo en campo contrario. El Nàstic recuperó, Jardí filtró a la izquierda y allí Juanda Fuentes metió un centro sobre la línea de cal muy digno de Jesús Navas, el mítico extremo sevillista que da nombre al escenario. Su envío fue directo al primer palo y allí apareció Marc Montalvo para rematar y superar a Flores. Un gol de puro ‘9’ para un centrocampista al que hay que comenzar a denominar todocampista: lo hace todo y bien. Su juego cada vez tiene menos fisuras. Gerard López, seleccionador catalán, dijo que estaba listo para una categoría superior. No anda equivocado. Jugará ahí y con el Nàstic.
Minuto 40 y el Nàstic ganaba 0-2. ¿Les suena? Sucedió la semana pasada, pero esta vez el conjunto grana hizo un ejercicio de mayor responsabilidad. Demostró haber aprendido del error porque manejó el tiempo hasta el descanso con mayor frialdad. La pizza del viernes noche no se le iba a quemar en el horno.
La segunda mitad volvió a evidenciar que todavía falta para ser un equipo absolutamente competitivo. El Nàstic volvió a pegarse un tiro en el pie. Esta vez fue Morgado el que erró. Un no despeje suyo dejó solo a Costa, que entró en el descanso y fue un calvario, y batió a Rebollo. Corría el minuto 66 y el sufrimiento ya estaba asegurado. No hay partido tranquilo para los granas. Eso está ya más que asumido.
Lo que precedió a aquel gol fue un asedio constante. El Nàstic resistía como podía. El tiempo no pasaba y la lluvia de balones al área no cesaba. Caían desde las bandas e Ibra y Costa eran dos armarios que amenazaban en cada envío en el interior del área.
El tramo final fue agónico. El Sevilla Atlético tuvo varias para hacer el empate. La más clara fue en un mano a mano en el que Costa tuvo el gol, pero Enric Pujol le molestó lo suficiente para que Rebollo le encimase y le tapase el disparo.
Ibra Sow tuvo en el 96 otra clarísima cuando estuvo a punto de rematar solo un centro en el interior del área. No llegó, para fortuna —o mejor dicho, sonrojo— grana. El Sevilla Atlético pidió el VAR, pero Daniel Clemente no vio nada punible en la acción.
Ya en el 98’ y con el Sevilla totalmente descolgado, llegó el sufrimiento total. En la última jugada del partido, un jugador del filial hispalense se desvaneció en una acción en la que Enric Pujol volvió a ir al límite. El Sevilla Atlético gastó su última bala con el VAR. Otra vez, Clemente se mantuvo firme en su decisión. No hubo penalti y señaló el final. Una conquista de taquicardia. Una victoria con aviso.